El mayor enemigo de su ministerio no es el fracaso, sino la comodidad.
Un reciente estudio demuestra que un gran número de iglesias hoy no están creciendo, sino que se encuentran estancadas en una meseta caracterizada por la predictibilidad. El problema, sin embargo, no suele ser la falta de buenas intenciones. El verdadero problema es más sutil y peligroso de lo que pensamos, y es que nos hemos enamorado de lo "bueno". Hemos construido ministerios funcionales, vidas estables y comunidades que están demasiado cómodas, sin darnos cuenta de que la comodidad puede ser uno de los mayores obstáculos para las "mayores cosas" a las que Jesús nos llamó. (Juan 14:12)
Pastor Walter Angelica
10/4/20252 min leer
El Espejismo de la “Vida Buena"
Jesús declaró en Juan 10:10: "Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia". Él no nos prometió una vida meramente "buena" o "estable", sino una desbordante, floreciente y vida abundante. Como líderes, a menudo caemos en la trampa de medir el éxito con métricas de estabilidad: asistencia constante, presupuestos equilibrados y programas que funcionan sin problemas. Pero debemos preguntarnos: ¿estamos simplemente gestionando un grupo de creyentes que no quieren hacer nada diferente o arriesgado? ¿O estamos catalizando un movimiento transformador de vidas y ciudades? La vida buena solo nos mantiene a flote, pero la vida plena multiplica nuestro impacto. ¿No será que hemos confundido la bendición de la estabilidad con el llamado a ir y correr riesgos que requieren fe.
El Mandato de Multiplicar, No Solo de Mantener
La Gran Comisión no fue una sugerencia, fue un mandato: "Vayan y hagan discípulos" (Mateo 28:19). La iglesia primitiva no creció porque sus líderes fueran solo excelentes administradores, sino porque entendieron que la fe no era para preservarla dentro de cuatro paredes, sino para multiplicarla hasta los confines de la tierra. El autor A.W. Tozer advirtió contra la mediocridad espiritual, y su advertencia resuena hoy en día: “Una mentalidad de preservación conduce inevitablemente a la irrelevancia”. Nuestro llamado no es proteger celosamente nuestro pequeño fruto, sino sembrarlo para que produzca una cosecha mayor. Esto requiere un cambio radical que nos lleva de aferrarnos al control a empoderar a otros, de acumular personas a desarrollar discípulos que hacen nuevos discípulos.
De la zona de confort a la zona desconocida
Jesús fue claro: para que una semilla dé fruto, primero debe morir (Juan 12:24). De manera similar, para que nuestros ministerios florezcan, debemos estar dispuestos a "morir" a nuestra necesidad de control, seguridad y predictibilidad. Las "cosas mayores" que Él prometió en Juan 14:12 no se encuentran en el puerto seguro de lo familiar, sino en las aguas turbulentas de la fe y lo desconocido. Es la fe lo que impulsó a Pedro a salir de la barca. Para nosotros, la "barca" puede ser un programa que ya no da fruto, una tradición que obstaculiza la misión o el miedo a arriesgarnos por una visión que Dios nos ha dado.
¿Qué paso de fe audaz nos está llamando Dios a dar, que hemos estado evitando por miedo a lo desconocido?
Un llamado a la incomodidad
El desafío es claro. Dios nos invita a abandonar la comodidad de lo bueno, que bien conocemos, para perseguir la incomodidad de lo desconocido de sus planes y propósitos, lo cual siempre ha resultado ser mucho mejor Esto exige la incómoda decisión de:
Reevaluar nuestras métricas: Dejemos de medir solo la asistencia y empecemos a medir la transformación de las vidas.
Invertir tiempo, energía y recursos en la multiplicación: Identifiquemos y capacitemos a la próxima generación de líderes, dándoles autoridad real para continuar la obra.
Abrazar el riesgo que requiere fe: Oremos por una "santa insatisfacción" contra el statu quo y pidamos a Dios la audacia para dar pasos de fe que glorifiquen Su nombre y avancen Su reino.
Jesús no murió por nosotros para que vivamos una vida cómoda y predecible, sino para que seamos protagonistas de una aventura de fe que expanda Su Reino. Es hora de dejar la seguridad de la orilla y atrevernos a perseguir las "mayores mayores" que nos esperan mar adentro, de la mano de Jesus.
Pastor Walter Angelica
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